El camino Atlántico
Nuestro peregrinaje comenzó en la isla de San Miguel, antaño islote de las Azores, antaño región de Portugal, antaño país parte de un planeta azul lleno de vida. Pero, en el año de nuestro señor de 2135, de lo azul ya sólo queda un cielo libre de nubes, esclavo de un infierno que evaporó por completo hasta la última gota de los océanos. El relieve oceánico era ahora nuestr o hogar. Partimos de la antigua playa de Fabenza, parada obligatoria para todas las caravanas de esclavos centroeuropeos, y encaramos la ruta d el camino del Atlántico. D os mil kilómetros estériles de roca, arena, y muerte . La primera jornada discurrió con normalidad. El desnivel era asequible y la única incomodidad radicaba en esquivar a los rodamundos, enormes bolas rodantes de microplásticos. Era mes bisiesto así que pudimos aprovechar las 29 horas de luz diurna . En un buen arreón llegamos al primer alto del camino: el Queen Britannia, v arado entre dos riscos del lecho marino desde hacía más